Consejos evangélicos.
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   En la ascética cristiana se denominan desde antiguo "consejos evangélicos" a las formas de entender y asumir las exigencias radicales del Evangelio convirtiendo en vida el ejemplo de Jesús en su existencia terrena.
    Ha sido tradicional vincular esa idea de "consejos evangélicos" a tres disposi­cio­nes básicas o rasgos de Jesús: el celibato, la pobreza vo­lun­taria, la obe­diencia a la autoridad. Sin embargo otras acciones como la huida del mundo, la dedicación a la oración, la entrega a las obras de caridad, el sentido de la penitencia, la entrega a la predicación merecen por igual la denominación de "consejos evangélicos" y cuentan con textos bíblicos abundantes como referencia.
   La idea parece provenir de San Pablo, cuando dice hablando de la renuncia al matrimonio: "Os doy mi consejo, pero no os obligo, pues de ello no recibí precepto del Señor" (1 Cor. 7. 25).
   Santo Tomás, en la Suma Teológica (I-II. q. 108. a. 4), los explica como invita­cio­nes de Dios a una mayor imitación de Cristo, desde la perspectiva de la caridad, ya que el fue obediente al Padre, pobre total y virgen por voluntad propia y nacido de Madre Virgen.
   Desde los primeros tiempos de la Iglesia ya hubo cristianos que, aspirando a una "vida mejor", se retiraban al desierto, renunciaban a las riquezas y no eran fecundos en matrimonio para serlo en otros campos. El texto evangélico tradicionalmente invocado, cuando Jesús ala­ba a María "por haber elegido la mejor parte, de la que nunca será privada," y en relación a los afanes de su hermana Marta (Lc. 10. 41), no parece que exegéticamente pueda relacionarse directamente con esa triple práctica cristiana ni que implica que la vida "contem­plativa" es preferible a la "activa".
   Pero la tradición ha hecho de los tres consejos evangélicos un cauce de especial consagración y por eso la misma Ley de la Iglesia considera los votos que tanto clérigos como laicos pueden formular de las tres virtudes de pobreza, castidad, obediencia, base de la perfección cristiana".
   Por eso la Iglesia ha mirado siempre, y sigue valorando, estos tres votos como los ejes comunes que vertebran todos los denominados religio­sos (C.D.C. cc. 573 a 578; Perfectae cari­tatis 1; Lumen Gentium 43). Ella reconoce con su sanción jerárquica el carácter público de esos votos y la excelencia de su contenido.
   Pero ello no impide que "otros consejos" puedan ser considerados como decisivos: la caridad, la oración, la confianza en la Providencia, la fidelidad, la penitencia, por ejemplo.
   Una buena catequesis sobre los consejos evangélicos no es nunca privativa de los que viven en esos grupos, institutos o familias. Es algo a lo que tienen derecho todos los cristianos, pues a todos hay que hacer llegar el Evangelio.